El clásico de la vida

Descolgala

Para mi abuelo Cacho

La historia tiene lugar en una de las tantas canchas de fútbol que existen  por el río de la plata.

Este dato no es menor, simplemente aporta una leve idea de las ideologías que rodean el episodio, ya que como sabemos, para cancha de éste popular deporte, en cualquier parte del mundo son suficientes:

A)   2 piedras para cumplir la función de palos.

B)   Imaginación y nunca un verdadero consenso para delimitar la altura del palo horizontal (travesaño) por el cual se formaran grandes debates del  tipo:

– Ahí no llego ni loco.

– Jodete por enano.

C) Este punto no es un requisito obligatorio pero aporta a la dinámica y hasta a la misma continuidad del evento deportivo, por eso es recomendable tener algún tipo de pared, portón o red con el fin de que en caso de superar de un pelotazo al guarda meta de turno (estamos al tanto de la existencia del formato en el que a cada gol se rota al mismo), el elemento pateado o cabeceado se detenga en la red, portón o pared y así evitar que termine bajo las ruedas de un elemento del transporte público o bien, en la ventana de una vieja pincha (lea bien, dice Pincha, con P) pincha pelotas.

D) Cumplidas los anteriores requerimientos de forma más o menos decorosa, consiga gente.

Una vez finalizadas las aclaraciones, sigamos adelante con el relato.

Durante el desarrollo de un importantísimo enfrentamiento algo así como la final de la copa del mundo pero a escala, bien podría ser un picadito de esos que juegan obreros de la construcción mientras el asado se prepara.

Los dioses del deporte habían determinado que el gol de visitante valía doble, por eso se jugaban partidos de ida y vuelta muchas veces el mismo día y comenzando el segundo juego a los 10 minutos de finalizado el anterior.

Un día se determinó que alguien debía vencer definitivamente y convertirse así en el campeón del mundo,  del barrio, del pueblo o del grupo de mozos (conocidos como “los arrastra sillas”) contra el gremio de cocineros (más representados por el nombre “los lava plato”).

El singular enfrentamiento llegaba a su fin con un frustrante empate a cero, los hinchas locales se ponían como locos.

Faltando algunos minutos para llegar al final del encuentro se dió la situación tan esperada por tantos y tan temida por otros.

Uno de los atacantes de los arrastra silla envía el centro largo para que su compañero escape por la punta. Recibe, domina y avanza hacía el arco, elude a uno, dos, tres defensores, se encuentra frente a frente con el arquero rival.

(Pausa dramática)

El guardameta lava plato tembló en su interior, pero sabía que no podía dudar un instante más o sus chances habrían desaparecido.

El atacante sin embargo tenía muy claro que cuanto más esperara para ejecutar más incomodaba al rival y su arte era el de contemplar para que lado se «jugaba» éste y así convertir en el palo contrario.

La gente se puso de pie, los otros jugadores se congelaron boquiabiertos, observando como aquella jugada parecía no resolverse más.

Un niño que miraba junto a su padre desde una tribuna muy parecida a una silla playera, alcanzó a gritar «¡¡¡Nos clavan comuaun zapato!!!»

El gran goalkeeper decidió tirarse con los dos pies al pecho del centro-forward, los ojos del atacante se salieron de sus órbitas, jamás había pensado que algo así podía suceder. No tuvo más que mover su pie izquierdo. El último defensor volaba por los aires rumbo a su pecho, conocedor de que luego del impacto la expulsión estaba asegurada.

Con la zurda, aquel protagonista del momento empujó la bola casi acariciándola, levantándola y dirigiéndola justo al ángulo donde quedaría viviendo junto a las arañas. El goleador levanto sus brazos dispuesto a recibir el impacto con los dientes apretados, sabedor de que el gol ya era parte de la estadística.

Para que contarles más, si solo la humillación llegó tan alto aquel día, el delantero pudo tirarse al suelo con una especie de efecto matrix y el arquero pasó de largo.

Mientras el festejo de gol dominaba el terreno de juego y los otros compañeros del equipo arrastra silla imitaban el gesto que hizo Cacho para esquivar la patada doble, los lava plato no hacían más que agachar la cabeza y tragarse el enojo.

Pero en el fondo, una escena que casi nadie pudo captar sucedía a espaldas de toda la alegría y la tristeza que se diferenciaba solo por la pertenencia a un equipo u otro.

Luego de recibido el gol, el arquero quedó tendido en el suelo, con los ojos mirando al cielo, maldiciendo, buscando una explicación. La humillación lo dominó y sacó un cuchillo de sus calzones, cuando se dispuso a cortar sus venas, un fotógrafo que bien podía ser un viejo loco que observaba el juego desde atrás del arco se acercó con un tono muy dulce y comprensivo, propio de la experiencia de los sinsabores de la vida y ya superado por tanta idiotez en torno al deporte,  susurró en su oído: “Flaco, flaco…descolgala que estaba en orrsai”

@alebarrios

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